Fue un día MUY FRÍO, yo como soy
extremadamente friolenta la verdad no tenía muchas ganas de moverme, ni menos
de sacarme los zapatos. Empecé la clase un tanto desanimada, influye mucho la
temperatura ambiental en mí, lo único que quería era estar bien arropada en mi
camita con sabanas de polar, aun así me saque los zapatos y al hacer contacto
mis piecitos con el piso entro una ola de frío hacía mi cuerpo que hizo poner
mi piel de gallina.
Como siempre comenzamos cada
clase con nuestra característica más exaltante, el bullicio de nuestras lindas
voces, que no se callan a menos que nos griten un par de veces y seamos conscientes
de que la profesora Erna está delante de nosotros con un rostro entre amurrado
y enfadado intentando hacernos callar. Al comenzar lo primero que nos señaló y
recalco la profesora fue que en esta clase no debíamos hablar y que teníamos
que dejar fluir nuestros movimientos, para descubrir esta forma diferente de
comunicación.
Primero comenzamos a realizar
movimientos en pareja, copiando lo que hacia la profesora, esta primera actividad
lo hice con mi querida Rayito, así fue como entre en calor y mi cuerpo se fue
templando poco a poco. Luego nos separamos y cada uno comenzó a caminar por la
sala, sin pensar ni planificar su rumbo, pasando por cada rincón de ella y
también teniendo la habilidad de no estrellarse con algunos de nuestros
compañeros (tarea difícil para mí), después cada vez que nos topáramos con
alguien en nuestro camino debíamos saludarlo, estrechando nuestras manos,
abrazar, tocar una de sus orejas, saltar en fin. Siento que en cada uno de los
saludos al mirar al compañero se podía evidenciar su esencia, algunos más
serios, otros nerviosos, otros en las nubes, y otros constantemente riéndose como
por ejemplo yo, que tuve una sonrisa de oreja a oreja durante la mayor parte de
la clase, me causaba gracia la actividad o quizás en el fondo me reía de
nervios, quién sabe.
Una de las actividades que me
expreso mas esta forma de comunicación sin palabras, fue cuando justo a un
compañero en este caso Ignacio juntamos nuestras espaldas y nos tratamos de
trasmitir cada estado que nos indicaba la profesora, y que para mi sorpresa no
fue tan tan difícil y nos dejamos fluir a través de nuestras espalditas,
expresando alegría, tristeza, cariño, nostalgia entre otras.
Luego empezamos a mezclar los
movimientos con música, música que no me motivaba mucho la verdad, moviendo nuestras
manos, brazos y hombros al ritmo de esta. Y para terminar nos hizo una especie
de relajación que tuvo mucho efecto en mi cuerpo, nos tendimos en el suelo y
pasaron unos 6 minutos que para mí fueron eternamente relajadores, así me fui a
mi hogar un tanto más relajada y sin tensiones, eso sí con el mismo frío perturbador
que había sentido toda la mañana y tarde, y con cual pasaría la noche.
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