lunes, 6 de mayo de 2013

La música nos invade...


Nuestra misión: traer un instrumento musical. Yo como siempre tan olvidadiza y con una constante mente en las nubes no lo lleve. Preocupada fui al CETO a conseguirme algún instrumento pero para mí mala suerte no había nadie, tras esta situación comencé una búsqueda intensa por aquel instrumento más adecuado. Pase de un instrumento a otro, primero tuve uno pequeño de la cultura Mapuche, que me presto Pablo, que si les dijera el nombre mentiría.

Esta clase tuvo un toque distinto a las normales, la sala estaba vacía, sin ninguna silla y al comenzar nos sentamos en el suelo, experimentando tal vez un nuevo tipo de enseñanza más conectados con nosotros mismo y la tierra.  También cuando comenzó la clase la profesora preguntó quién no había traído el instrumento y por qué a modo de regaño, no éramos pocos los olvidadizos tampoco, pero para mi sorpresa ella había traído algunos instrumentos para cedernos a nosotros. Luego nos pidió poner todos los instrumentos al centro de la sala e inmediatamente hacer dos rondas alrededor de ellos (una más pequeña y otra más grande que encerraba a esta), teníamos que observarlos detalladamente y analizar cuál de ellos nos gustaba y así finalmente escoger un instrumento que estuviera ahí para que fuera  nuestro acompañante, entre los cuales encontré unos palos (que tampoco se su nombre, eran de percusión), y que luego intercambie a una compañera por un Xilófono. Así descubrí que me encanta este instrumento y que podría pasar mil días e incluso años experimentando con él para escuchar los distintos sonidos que otorga a mis tímpanos, me causa tranquilidad, ternura y mucha paz.

Junto con este agradable acompañante intente expresar los conceptos que la profesora nos iba indicando en el proyector (pena, alegría, rabia, violencia, entre otros) a través del sonido del Xilófono, momentos que fueron para mí un tremendo estruendo y que nunca logre diferenciar y captar si lo que intentábamos plasmar tenía que ver con pena, alegría o nostalgia. 

Después nos agrupamos según el tipo de instrumento, el mío era de percusión. La idea era que los integrantes de cada grupo se pusieran de acuerdo y lograran hacer una pequeña presentación musical. En el camino de la creación creí que no llegaríamos a mucho acuerdo, menos yo que tengo "cero" ritmo, pero sin quererlo mi querido Xilófono junto con el de María Elena llevaron la batuta e organizaron la orquesta de percusión, siendo los primeros instrumentos que sonaban y que indicaba así en qué momento se iban incluyendo los demás, creo que no lo hicimos tan mal. 


Sin duda alguna el grupo de los instrumentos de cuerda lograron emocionarme y causar variadas sensaciones en mí, al tener un toque medio melancólico y con la capacidad de traer lindos recuerdos grabados en mi memoria al presente.


 A pesar del corto tiempo que tuvimos para organizarnos, siento que cada agrupación logró conectarse, cosa que se vio reflejada en las lindas melodías que surgían, y que también tuvimos la capacidad necesaria para planificarnos y trabajar en equipo, cosa que en un futuro será importante para generar un ambiente ameno y entendernos entre nosotros.



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